lunes, 19 de octubre de 2009

Rakata

“Rakata” se reía. “Rakata”, me volvía a repetir y no entendía. “¿No entendes?” (Evidentemente, no) “No” le respondí. “Es una canción, Rakata, la conoces?” (Sí, la conocía) “Sí, la conozco” le respondí. “¿Cómo que la conoces?” Comenzó a reírse abruptamente, llamando la atención. Me irritó, siempre lo hace cuando se ríe así. “La conozco, Jesusa, la conoce todo el mundo” le contesté. “Jesusa” Dijo ella y se empezó a reír más. (Así había querido ella que la llame). “Vos me dijiste que te llame así” repliqué. “Ya sé” me dijo, y después de eso se dio media vuelta y se fue.

Nunca más la volví a ver...

el mundo se divide en dos

Dieciocho. Dieciocho fueron los años de vida de Santiago. Dieciocho años fue lo que compartió junto a su familia, junto a sus amigos. Durante dieciocho años Santiago creció en un país temeroso, en una provincia a juzgarse con malos aires.

Horas antes del hecho reía con sus amigos. Seguramente pensaba en proyectos para el día de mañana, un mañana que no llegó, un mañana que le arrebataron.

Nadie imagina que en cuestión de segundos se nos va la vida, y apuesto lo que sea a que Santiago no preferiría formar parte de este ensayo. Pero acá está, plasmado en una hoja. Acá está la vida de Santiago (irónico contar su vida a raíz de su muerte). Al igual que tantos otros Santiago fue victima de un sistema mal estructurado, de un sistema que falló y sigue fallando. Lamentable saber que es tan sólo uno más del montón. Más aún pensar en que todavía habrá más.

Cuando un hecho como éste sucede la gente se indigna, se enfurece. Enseguida se cruza por su mente la palabra culpables. ¿Quién? ¿Quién es capaz de tal atrocidad? ¿Quién es el culpable? Interesante pregunta. Fácil, y acertado, pensar primeramente en los que cometieron físicamente el hecho. A Santiago lo habían golpeado dejándolo inconciente, hora y media más tarde, luego de vaciar la casa, lo fusilaron pegándole dos tiros en la cabeza. Murió en los brazos de la mamá que todavía se pregunta “¿Por qué?”. Y, entonces, ¿quién? ¿Quién puede responder a ese por qué? ¿Quién puede mirar a los ojos a una madre que acaba de peder a su propio hijo y explicarle que en realidad los dos policías que debían custodiar el área estaban dormidos? ¿Qué le importa a ella que, en verdad, los patrullero están a cargo de la policía de la provincia de Buenos Aires pero que Tigre provee treinta y cinco cuadrículas de móviles policiales? Y de ser así, ¿Dónde están? ¿Con que cara le dirán ahora que sólo se trata de una sensación de inseguridad?

Algo falla. Y eso que falla se lleva consigo todos los sueños de Santiago, se lleva sus proyectos de vida, se lleva una familia que no llegó a formar. Eso que está fallando arrasa con todo y también deja. Deja una familia destrozada, deja una madre que lo único que dice es que ella tendría que haber muerto. Deja marcas, deja heridas. Y deja un espacio vacío...

El mundo se divide en dos. Encontramos, por un lado, vecinos intentando protegerse. Colocan alarmas, hacen custodias, se anotan los números de la comisaría y de los patrulleros. Los encontramos haciendo reuniones vecinales, buscando, tomando e inventando más modos de protección. Encontramos bronca y

odio. Y escuchamos a uno que otro decir que deberían morir todos, que son la basura de la Sociedad.

Por otro lado están ellos. Los desalmados, las bestias, los monstruos, las mierdas, los asesinos. Los que cuantos más obstáculos le ponen más se la ingenian para lograr su objetivo. Están golpeados y quemados. La sociedad y la vida les dio duro por todos los costados. Escuchan de voluntad y se cagan de risa. Al igual que el otro grupo ellos también tienen bronca y odio. Pero además tienen resentimiento y envidia. Ellos no quieren está vida, no le gusta su realidad. No entienden de bueno y malo, sólo entienden de lo que viven. Y viven de eso, del arte de devolver lo que alguna vez le enseñaron.

Son dos bandos. Enemigos a muerte. La situación se ha desfigurado tanto que ya ni saben a quién tienen a lado. Poco a poco se van olvidando que detrás de todo, el otro bando también es humano. Ya ni siquiera son compatriotas, son de distintas razas, de distintas galaxias, de planetas lo más posiblemente alejados. El del otro bando es un monstruo disfrazado de hombre. Se olvidan que, algo en común tienen, ambos sienten.

Difícil encontrar quién es la victima y quien el victimario. Sólo se puede analizar la situación. Se encuentran las fallas, pero no se percatan que se tratan de consecuencias. ¿Cuáles son, entonces, las causas? Hay mentiras, hay intereses, hay puestos y cargos, hay plata, hay mucha plata, hay coimas, hay deshonestidad, hay poder. A ninguno le importa Santiago en verdad, cuando lo escuches decir: “Estás bestias van a ir presas y se van a pudrir en la cárcel", no lo creas. Posiblemente esté pensando en la próxima candidatura a gobernador del 2011.

Si todavía se puede hacer algo empecemos por lo primero. Empecemos por la educación que es lo único que nos va a acompañar por siempre. A ninguno les conviene que sepamos defendernos. Somos abusados y violados constantemente por un sistema que se nos ríe en la cara. ¿Cómo, el primer bando, pretende que el segundo sea compasivo y tolerante si lo sólo le ensañaron de golpes y crueldades? ¿Cómo se pretende que piensen en el otro si tienen las neuronas quemadas por la droga? ¿Cómo no entienden que envidien si crecieron y vivieron en la miseria total? ¿Cómo le van a pedir que tengan compasión de un extraño si hasta su propia familia se mata uno con otro?

No es bueno ser extremista, pero tampoco negador. Hay una realidad enfrente que se va de las manos y que ingenuamente se deposita en aquellos que en verdad los quieren ver hundidos. Hay dos bandos. Dos bandos que cada día se la ingenian más en cómo eliminarse unos con otros. La pared es cada vez más alta y el odio más potente. Quizás habría que mirar mejor quién es el peor enemigo de ambos...